domingo, 29 de marzo de 2009

Los pecados del carboncillo




En el fondo de mi maleta hay algo similar a un lápiz cuya función es transformar, crear y dar algo de vida. Lo encontré hace un mes a lado de unos óleos y acuarelas que tiene mi padre en una caja de madera. Examiné su forma, su punta gruesa y las letras grabadas en la superficie aguamarina.

Inmediatamente recordé que cuando tenía seis años había un caballete en el cual reposaba un retrato en carboncillo sin terminar: una anciana, con la boca abierta, las arrugas minuciosamente delineadas y con una expresión sonriente, aunque carecía de toda su dentadura. Mi padre le daba algunos retoques todas las noches después de regresar de su trabajo. Y cuando él no estaba yo pretendía ayudarlo subrayando con el carboncillo aguamarina las partes que a mí parecer faltaban por matizar.

Sin embargo, no sé cómo me daba cuenta, pero mi papá no dejaba un solo rastro de lo que yo le había aportado a su obra. La parte que yo había rellenado estaba completamente borrada o primero borrada y luego perfeccionada. Sin embargo, yo hacía el ejercicio de “ayudarle” todos los días y así mismo todas las noches mi pedazo desaparecía. Nunca me dijo nada ni que dejara de tocar su obra, tal vez por eso ahora siempre tengo conmigo ese ‘lápiz’ carboncillo. No creo que sea el mismo, pero sí era la misma marca y referencia que usaba mi papá: Turquoise 6b, mina electrónica.

Cuando la euforia me inquieta o el desasosiego me desbarata, mis manos empiezan a hacer trazos que no son pensados con anterioridad sino son fruto de la improvisación. Dejo que fluyan con o sin éxito las imágenes que inconscientemente quiero proyectar. El carboncillo me permite delinear con grosor el dibujo y luego sombrearlo con facilidad. Hago el esfuerzo por mantener su punta redonda y tajarlo con sumo cuidado. A diferencia de los lápices ordinarios, puedo manejar la intensidad de los trazos y borrarlos con facilidad sin que se dañe el papel.

Es extraño, pero siempre me ha gustado utilizar el carboncillo para dibujar rostros. Tal vez querer participar infructuosamente en los de mi padre hizo que me motivara. Es impresionante cómo el blanco, gris y negro –teñido por el carboncillo- muestran texturas, expresiones, bocas voluminosas y cabelleras en movimiento, además de muchos detalles que nunca son suficientes.

Cuando decido crear algún personaje empiezo garabateando los ojos, relleno la pupila con suavidad, hago una especie de pestañas y no profundizo aún en la mirada hasta que el rostro me vaya hablando.

Como todos los padres, considero que mi hija es la más bella e ignoro sus defectos aunque los demás me los señalen. Pero en muchas ocasiones el carboncillo me ha convertido en un papá pecador: cuando me empiezo a enamorar de ella. Me ha sucedido con más de una hija y no me da el más mínimo signo de remordimiento. (Y aunque parezca narcisista, considero que es hermosa y mejor que muchas otras.)

Cuando me gusta mucho miro la labor del carbón en su piel y en sus labios. La miro en las mañanas y durante el día en la soledad. La presento a mis amigas, quienes generalmente la critican; cuando lo hacen pienso que es por envidia.

Así mismo, el carboncillo ha hecho que yo sea un mal padre. Si considero que hay una figura más atractiva que la anterior significa que ahora tengo un nuevo amor. Y vuelve a empezar la historia. Además de pecador, soy traicionero.

Es posible que mi padre no me haya dejado participar en la creación paciente de su hija –más vieja que él- pues es un ejercicio que, en este caso, sólo hace una sola persona. O tal vez lo hizo para que yo no terminara enamorándome de mi hermana (la pobre anciana) quien habría nacido en un matrimonio extraño entre mi padre y yo, un niño de seis años, en el cual el celestino hubiese sido el carboncillo.

3 comentarios:

  1. y si... los objetos encierran tantas historias, que quiza si el lapiz hablara contaría otras... me gusto!

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  2. Es muy descriptiva y es diferente la forma en que cuentas la idea de la creación cuando unes el recuerdo con el final; eso hace que la historia vaya más lejos que otras. Me gustó mucho, incluso un poco más que la anterior.

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  3. Muy buena entrada. Las pocas que hay sumadas muestran un buen trabajo. Pero no son suficientes. La publicación fue muy irregular. 3.0

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